LA 99

Compré un cuaderno nuevo, lindo. Sus hojas y hojas esperando que se les robe esa inmaculada blancura con una línea, un dibujo, una carta. Hojas que saben que puden llegar a ser arrancadas con bronca por la idea que no llega, que pueden ser estrujadas, eliminadas, tiradas en una horroroso tacho de basura. Hojas que saben que pueden contener el manuscrito de algo memorable o el primer dibujo de un niño. Hojas que saben que pueden ser manchadas por un mate que se les cae encima, o por el rouge de un beso, o mojadas por una lágrima. Hojas que saben que pueden acabarse muy pronto o que pueden amarillentarse por años y años y ser cubiertas de polvo. Hojas que saben que pueden terminar tiradas en la calle, pisoteadas. Hojas que saben que pueden ser quemadas junto con un montón de recuerdos, o que pueden ser ahogadas en el lecho de un río. Hojas que saben que pueden dejar de ser hojas para ser recortadas prolijamente o ser destrozadas en pequeños pedazos para borrar lo íntimo o en un ataque de locura. Hojas que saben que pueden convertirse en proyectiles, lanzados como bollitos, que pueden ser un avión arrojado en un aula de escuela secundaria, o que pueden ser un pequeño barco que trata de navegar en el agua que corre junto al cordón de la vereda, para cumplir las esperanzas de un niño. Hojas que saben que pueden tener el parcial de la última materia de la carrera, que pueden traer la alegría del 4 o la frustración del aplazo. Hojas que saben que pueden ser pintadas de colores, que pueden llevar pegadas figuritas, hojas que saben que pueden tener el porqué de un suicidio. Hojas. Hojas que saben todo lo que escribimos, cómo lo escribimos, con tristeza, desgano, apuro, alegría, amor. Simplemente hojas hay en este cuaderno nuevo.